Los manuscritos de los que me gustaría hablarles son llamados "los espejos esenios" y fueron encontrados cerca al Mar Muerto, junto con otros manuscritos que parecen venir de una rama del judaísmo primitivo, llamados esenios, que vivieron antes de Jesucristo, durante y un poco después.
Estos "misterios de las relaciones" nos dicen que somos un reflejo de nuestra realidad. Hay 7 espejos, el primero y el segundo reflejan nuestro momento presente, vienen a nosotros sin que los busquemos, son patrones repetitivos.
Primer Espejo: lo que está en nuestra mente, lo importante, a lo que estamos dando atención. Ejemplo: Personas que llegan a nuestra vida mostrándonos las cosas importantes para nosotros en ese momento.
Segundo Espejo: lo que juzgamos. Ejemplo: Personas que llegan a nuestra vida mostrándonos lo que estamos rechazando o juzgando en ese momento.
El tercer y cuarto espejo reflejan lo que nos atrae en este momento, nosotros vamos hacia ellos porque nos resultan familiares.
Tercer Espejo: lo que hemos perdido, nos ha sido arrebatado o hemos renunciado a tener. Nos hace sentir una cierta melancolía y nostalgia. Ejemplo: la juventud, hijos que no tuvimos, etc.
Cuarto Espejo: refleja nuestros patrones compulsivos, nuestras adicciones. Ejemplo: sexo, control, dinero.
Quito Espejo: nuestra relación con Dios, nuestro Padre o madre Celestial, reflejo de nuestra relación con los padres terrenales.
Sexto Espejo: refleja lo que llamamos "la noche oscura del alma", la manifestación en nuestra vida de nuestros miedos. Llega a decirnos que ya estamos listos para evolucionar y pasar al siguiente nivel de crecimiento y aprendizaje. Se compone de una serie de acontecimientos que se van desencadenando y crean el caos en nuestra vida, cuando llega el amanecer del alma, todo es diferente, y nuestra vida tiene otra estructura a la que nos tenemos que acostumbrar. Como la oruga cuando está en el capullo y tiene que reestructurarse para dar forma a la mariposa. Cuando la mariposa sale del capullo, está lista para volar.
Séptimo Espejo: refleja nuestro deseo de perfección, nuestra necesidad de compararnos con lo perfecto, de no equivocarnos y no aceptar lo que es. Cuando finalmente aceptamos que la perfección no es de este mundo, el espejo se rompe.
Fuente: Gregg Braden
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