El dialogo que mantenemos con nosotros mismos es constante y muy poderoso. Todo el día, todos los días nuestros pensamientos son escuchados por nuestro cuerpo, y este reacciona ante ellos. Nuestras emociones les creen ciegamente y aprenden a interpretar el mundo desde esas bases, sin cuestionar, sin analizar, solo siguen las ordenes del dialogo constante que les damos. Y vienen las sensaciones que se quedan con nosotros durante mucho tiempo y son nuestras compañeras de vida. Por último, la forma en la que nos comunicamos con los demás, va a ser un reflejo de nuestro dialogo interno. Si nos tratamos mal, así vamos a tratar. Si no nos escuchamos, va a ser muy difícil que podamos escuchar.
Así es como, si no nos aceptamos, no podemos aceptar, no sabemo como. Si no nos conocemos, no podemos conocer, no tenemos referente. Si no nos nutrimos, no podemos nutrir ni dar a los otros, porque no tenemos nada adentro que dar. Si no nos entendemos, no podemos comprender nuestras reacciones y nuestra forma de ver el mundo, es muy difícil poder entender las reacciones de los demás.
Por ello es importante conocerse, entenderse, aceptarse, quererse, nutrirse, amarse. Es el punto de partida de nuestra observación del mundo, primero observar al yo, al que observa al mundo y lo interpreta. Desde el lugar dónde lo estamos interpretando y qué es lo que se considera importante en esta interpretación.
Si partimos de definir quién soy, estamos mejor posicionados para observar a los demás y al mundo. Si podemos entender nuestras relaciones, podemos escogerlas mejor. Si empezamos por saber que estamos respondiendo ante estímulos internos y externos, podemos estar conscientes que todo es una elección, hasta la no elección es una elección. Podemos elegir cómo queremos vivir y con quién y saber que todo nace de un pensamiento, si vamos a la fuente misma de los pensamientos, podemos descubrir lo que provoca nuestros hábitos y reinventarnos si así lo queremos.
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